El asesinato de un niño de once años a manos de su compañero de clase, un año menor, se registró el domingo pasado en una tienda que alquila consolas y videojuegos. El menor agresor se molestó porque el otro niño, identificado como Samuel, de 11 años, le ganó una partida.
El niño perdedor fue a su casa, tomó una pistola de sus familiares y regresó al local para dispararle en la cabeza al que le había ganado, informaron las autoridades.
Si bien la actitud de los padres de portar armas y dejarlas sin cuidado al alcance de los niños resulta reprochable, es aún más sorprendente la capacidad del menor de resolver con semejante grado de violencia el malestar que le produjo la derrota en un juego. El niño agresor y su familia huyeron.
Veracruz es uno de los estados más violentos de México por las disputas entre narcotraficantes y de estos con fuerzas de seguridad del Estado.
La presencia de armas en los domicilios mexicanos se hace notar a menudo en altercados callejeros, domésticos o en las escuelas. En enero de 2020, un niño mató a una profesora y dejó heridos a varios estudiantes en Torreón (Coahuila). Llevaba dos pistolas y se suicidó después con una de ellas. Otro chico de 15 años hizo algo parecido en Monterrey dos años antes. Y el 27 de febrero del año pasado, Ciudad de México vivió un susto en una escuela de Iztapalapa, uno de los barrios más deprimidos de la capital, cuando un alumno sacó una pistola en el salón de clase y se lastimó un dedo con un disparo.
El asunto recordó el problema de un país donde comprar una pistola está al alcance de muchos, es fácil y barato. El Gobierno de la ciudad puso en marcha nuevas campañas de desarme, a una de las cuales acudió la alcaldesa, Claudia Sheinbaum. Pero la violencia que sacude estos barrios y la precaria seguridad dificultan que los vecinos quieran entregar sus pistolas así como así.
Veracruz, donde sucedió la tragedia el pasado domingo, es uno de los Estados que soporta más violencia. Como siempre, la situación estratégica, entre el mar y camino del norte hacia Estados Unidos, lo convierte en territorio de guerra para los narcotraficantes. Las zonas montañosas, donde viven miles de personas en condiciones precarias, son a veces muy peligrosas, porque se cruzan en el camino de los delincuentes, cuando no participan de la economía agraria que proporcionan las drogas. Las armas se convierten en utensilio de uso común en estos casos y hay días en que son las protagonistas de una infantil venganza de juego.

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